Añil de El Salvador
El estudio del añil o xiquilite tiene mucha importancia en la historia económica de Centroamérica, que junto con el maíz sagrado y legendario de los Mayas, y con el cacao, constituyen uno de los legados de nuestras altas culturas indígenas a la civilización mundial. Pero a diferencia del maíz y otros productos vegetales, el añil ha dejado de ser, por distintas razones, un objeto de interés actual y constituye por eso un tema eminentemente histórico, y cuyo estudio amerita realizarse ya que jugó un papel importante en el desarrollo político y social de Centroamérica. Se puede considerar que fue el producto agrícola alrededor del cual giró fundamentalmente su economía durante cerca de más de trescientos años, que van desde finales del siglo XVI hasta finales del siglo XIX.
Origen
El índigo, material colorante que fue usado para teñir textiles en todos los países civilizados, es de origen remoto. Según la enciclopedia “España Calpe” los antiguos lo llamaron indicus (esto es indio), de donde se formó la moderna palabra índigo. Los escritores árabes lo designaron con el vocablo indostaní “NIL” (azul) del cual se deriva el nombre “añil” que se le da en castellano. En Europa, el concepto del origen y naturaleza del verdadero índigo era confusa. Se le tenía como mineral, a causa de su brillo cobrizo. El primero en dar datos exactos del origen de este tinte fue Marco Polo en el siglo XIII. Al regreso de sus viajes en Asia, se refirió tanto a la planta de donde se extrae, como a los métodos de elaboración o procedimientos de extracción de la tinta.
La información relativa a esta época indica que antes de utilizarse el añil en escala comercial en Europa, el colorante usado era llamado “pastel”, que se extraía de varias plantas del genero “isatis” y al tener conocimiento sobre el añil, el comercio europeo puso resistencia violenta a su introducción. Sin embargo, la calidad superior del añil fue venciendo los obstáculos y se abrió paso hasta que se vendió libremente por el año 1737.
Los antiguos pobladores de esta región mesoamericana, conocían la planta denominada “Xiuhquilit” que en idioma nahuat significa “hierba azul”, palabra que degeneró después en “xiquilite” y “jiquilite”. Conocieron también la utilidad de dicha planta de la que extraían tinta azul o “mohuitl”, la cual era muy apreciada para colorear tejidos y adornos o para otros usos. La utilidad de la planta se extendía hasta la medicina y el polvo del tronco o raíces aplicadas en forma de cataplasma a la cabeza de los niños les aplacaba el calor y los dolores.
En realidad es difícil establecer si el añil se utilizaba antes de la llegada de los españoles, pero lo que sí es cierto, es que los mayas ya lo conocían en 1558. Ese mismo año el Rey de España pidió unas muestras de añil con una recopilación de los métodos de cultivo y extracción empleados por los cultivos.
Según el autor Chavalier, un terrateniente español de Nueva Esparta (México) fue el primer colonizador que emprendió la producción comercial del añil en América en 1561. El cultivo y procesamiento del añil a nivel industrial y en grandes proporciones comenzó en el siglo XVI, ya con nuevos métodos y una mano de obra mayor.
Localización del añil en El Salvador
El xiquilite crece mejor en los terrenos bajos y cálidos, en tierras arenosas no muy húmedas, niveladas o con ligeras pendientes y con buen drenaje. Las zonas donde se concentró la producción añilera fueron: Santa Ana, Metapán, Sonsonate, Sensuntepeque, San Vicente, Olocuilta, Chalatenango, Tejutla, Opico, Ateos, San Salvador, Suchitoto, Cojutuepeque, Gotera, Usulután, San Miguel, Zacatecoluta y San Alejo.
Se establecieron núcleos urbanos llamados “Ferias del añil” siendo las principales las de Apastepeque, San Vicente, Chalatenango, San Miguel, Sensuntepeque y Zacatecoluca a las cuales concurrían comerciantes del país, de Centro América, Sur América y hasta Europa con fines de exportar el producto. Del total de la producción del añil en Centro América, entre los años 1783 y 1792, un 91% aproximadamente, era producido en El Salvador.
Extracción del añil
El método que usaban los antiguos pobladores de la región, consistían en poner las hojas de la planta en un recipiente de agua tibia, y después de unas horas de reposo, sacaban las hojas, dejando el agua para batirla fuertemente hasta precipitar la tinta. Luego separaban el agua de la superficie por decantación, colaban el sedimento espeso en una tela de algodón o de fibras vegetales y el residuo pastoso lo moldeaban en forma de bolas que luego secaban a sol y calentaban después de endurecerlo.
La mayor producción de tinta se daba entre el segundo y tercer año de desarrollo de la planta, y a finales del siglo XVI, el procedimiento consistía en cortar las plantas y trasladarlas a los obrajes, así se llamaban las instalaciones donde se procesaba el añil, siempre inmediato a una fuente de agua ya que ésta se usaba en abundancia para el procesamiento.
El obraje
Se compone de tres pilas, dos grandes y una pequeña orientadas de norte a sur, generalmente construidas en mampostería. La primera pila conocida como del “remojo” está situada en el plano superior del terreno, hacia donde puede llegarle el agua directamente por gravedad, y sirve para el “empilo”, es decir, para recibir las ramas de jiquilite. Generalmente tienen un tamaño de 5 x 3.5 varas y 1 vara de profundidad, teniendo el piso una ligera inclinación hacia el sur con una media vara de desnivel, y en el centro de ese extremo, empezando desde la base, le abren una ranura alargada y vertical, que puede medir 20 cms. Llamada “bitoquera”. El repello interior está hecho con una mezcla de talpetate, cal, arena y agua, una especie de argamasa consistente; no utilizan cemento por considerarlo muy “helado”, ya que en esta pila tiene lugar el “cocimiento” (fermentación) por lo que el agua necesitaba permanecer caliente, razón por la cual, las paredes eran muy gruesas.
La segunda pila es la de “batido”, situada a continuación del extremo sur de la primera y a un nivel mas bajo, de tal forma que la “botiequera” comunicaba directamente con la pila. Tiene las mismas dimensiones pero con una profundidad de 2 varas y también con el piso inclinado, lleva la “bitoquera” partiendo a 20 cm de la base, en la pared del lado sur, pero ésta no se comunica con la tercera pila.
La tercera pila, llamada “piletilla” es más pequeña de unas dos varas cuadradas por una vara de hondo y paredes un poco más delgadas. Se encuentra al lado derecho del extremo anterior de la pila del “batido” y a un nivel inferior. El piso es plano, solo tiene en el centro una concavidad donde colocan una olla de barro que sirve para recoger toda la tinta que puede estar pegada en el fondo. Tiene una “bitoquera” muy pequeña y redonda, también en la pared del lado sur.
Procedimiento
En la primera pila, la del remojo, se descargaba el jiquilite y se llenaba con suficiente agua para que cubriera completamente toda la planta. Ahí se producía la fermentación que hacía desprender el color azul. Esta tarea duraba de 15 a 17 horas y era determinado por el puntero, que era la persona que dirigía toda la operación.
Terminado el tiempo, el puntero ordenaba el traspaso del agua azul hacia la segunda pila, para realizar esa operación destapaba con una vara de madera puntuda, la bitouqera que había sido tapada previamente con un tapón de barro. En esta segunda pila, una vez llenada de agua azul, se producía el batido por medio de “remos” que eran varas largas y delgadas que llevaban en un extremo unas tablillas de madera liviana, casi cuadradas que hacían la función de paletas. Con el batido se lograba la oxidación de la materia, lo que producía el desprendimiento del gas carbónico y finalmente el grano color azul o tinta añil se precipitaba en fondo de la pila.
El batido duraba hasta que lo indicaba el puntero, pues si se pasaba de cierto punto, la tinta se disolvía y se perdía el trabajo. Después de botar las “lejías” (excedente de aguas) de la segunda pila, se procedía a pasar la tinta a la piletilla con el fin de colocarla y dejar que se asentara. Como la tercera pila no se comunica con la segunda, la tinta se trasladaba manualmente por medio de huacales. El “canastero” es aquí el artefacto que cumple funciones de colador. Se encuentra encima de las vigas colocadas sobre la piletilla, para recibir directamente la tinta, que luego, ya colocada va cayendo en la pila. El monte o bejuco llamado “capitán” colocado en el canastero tenía hojas velludas que detenían las partículas de basura, tierra, arena, etc. que podían llevar la tinta. Cuando la tinta estaba bien sedimentada en la piletilla, se pasaba a los coladores de los “tendales” que son lienzos sostenidos por viguetas y horcones. Ahí permanecía el añil por un día para que filtrara más la lejía.
Luego se procedía a cocer la tinta por un tiempo de unas seis horas. Al día siguiente del cocimiento, elaboran los llamados “panes” colocando la masa de añil en una tabla, y con pequeños huacales de morro, iban tomando porciones, apelmazándolas hasta formar los “panes” que dejan secar al sol por unos seis u ocho días.
El estudio del añil o xiquilite tiene mucha importancia en la historia económica de Centroamérica, que junto con el maíz sagrado y legendario de los Mayas, y con el cacao, constituyen uno de los legados de nuestras altas culturas indígenas a la civilización mundial. Pero a diferencia del maíz y otros productos vegetales, el añil ha dejado de ser, por distintas razones, un objeto de interés actual y constituye por eso un tema eminentemente histórico, y cuyo estudio amerita realizarse ya que jugó un papel importante en el desarrollo político y social de Centroamérica. Se puede considerar que fue el producto agrícola alrededor del cual giró fundamentalmente su economía durante cerca de más de trescientos años, que van desde finales del siglo XVI hasta finales del siglo XIX.
Origen
El índigo, material colorante que fue usado para teñir textiles en todos los países civilizados, es de origen remoto. Según la enciclopedia “España Calpe” los antiguos lo llamaron indicus (esto es indio), de donde se formó la moderna palabra índigo. Los escritores árabes lo designaron con el vocablo indostaní “NIL” (azul) del cual se deriva el nombre “añil” que se le da en castellano. En Europa, el concepto del origen y naturaleza del verdadero índigo era confusa. Se le tenía como mineral, a causa de su brillo cobrizo. El primero en dar datos exactos del origen de este tinte fue Marco Polo en el siglo XIII. Al regreso de sus viajes en Asia, se refirió tanto a la planta de donde se extrae, como a los métodos de elaboración o procedimientos de extracción de la tinta.
La información relativa a esta época indica que antes de utilizarse el añil en escala comercial en Europa, el colorante usado era llamado “pastel”, que se extraía de varias plantas del genero “isatis” y al tener conocimiento sobre el añil, el comercio europeo puso resistencia violenta a su introducción. Sin embargo, la calidad superior del añil fue venciendo los obstáculos y se abrió paso hasta que se vendió libremente por el año 1737.
Los antiguos pobladores de esta región mesoamericana, conocían la planta denominada “Xiuhquilit” que en idioma nahuat significa “hierba azul”, palabra que degeneró después en “xiquilite” y “jiquilite”. Conocieron también la utilidad de dicha planta de la que extraían tinta azul o “mohuitl”, la cual era muy apreciada para colorear tejidos y adornos o para otros usos. La utilidad de la planta se extendía hasta la medicina y el polvo del tronco o raíces aplicadas en forma de cataplasma a la cabeza de los niños les aplacaba el calor y los dolores.
En realidad es difícil establecer si el añil se utilizaba antes de la llegada de los españoles, pero lo que sí es cierto, es que los mayas ya lo conocían en 1558. Ese mismo año el Rey de España pidió unas muestras de añil con una recopilación de los métodos de cultivo y extracción empleados por los cultivos.
Según el autor Chavalier, un terrateniente español de Nueva Esparta (México) fue el primer colonizador que emprendió la producción comercial del añil en América en 1561. El cultivo y procesamiento del añil a nivel industrial y en grandes proporciones comenzó en el siglo XVI, ya con nuevos métodos y una mano de obra mayor.
Localización del añil en El Salvador
El xiquilite crece mejor en los terrenos bajos y cálidos, en tierras arenosas no muy húmedas, niveladas o con ligeras pendientes y con buen drenaje. Las zonas donde se concentró la producción añilera fueron: Santa Ana, Metapán, Sonsonate, Sensuntepeque, San Vicente, Olocuilta, Chalatenango, Tejutla, Opico, Ateos, San Salvador, Suchitoto, Cojutuepeque, Gotera, Usulután, San Miguel, Zacatecoluta y San Alejo.
Se establecieron núcleos urbanos llamados “Ferias del añil” siendo las principales las de Apastepeque, San Vicente, Chalatenango, San Miguel, Sensuntepeque y Zacatecoluca a las cuales concurrían comerciantes del país, de Centro América, Sur América y hasta Europa con fines de exportar el producto. Del total de la producción del añil en Centro América, entre los años 1783 y 1792, un 91% aproximadamente, era producido en El Salvador.
Extracción del añil
El método que usaban los antiguos pobladores de la región, consistían en poner las hojas de la planta en un recipiente de agua tibia, y después de unas horas de reposo, sacaban las hojas, dejando el agua para batirla fuertemente hasta precipitar la tinta. Luego separaban el agua de la superficie por decantación, colaban el sedimento espeso en una tela de algodón o de fibras vegetales y el residuo pastoso lo moldeaban en forma de bolas que luego secaban a sol y calentaban después de endurecerlo.
La mayor producción de tinta se daba entre el segundo y tercer año de desarrollo de la planta, y a finales del siglo XVI, el procedimiento consistía en cortar las plantas y trasladarlas a los obrajes, así se llamaban las instalaciones donde se procesaba el añil, siempre inmediato a una fuente de agua ya que ésta se usaba en abundancia para el procesamiento.
El obraje
Se compone de tres pilas, dos grandes y una pequeña orientadas de norte a sur, generalmente construidas en mampostería. La primera pila conocida como del “remojo” está situada en el plano superior del terreno, hacia donde puede llegarle el agua directamente por gravedad, y sirve para el “empilo”, es decir, para recibir las ramas de jiquilite. Generalmente tienen un tamaño de 5 x 3.5 varas y 1 vara de profundidad, teniendo el piso una ligera inclinación hacia el sur con una media vara de desnivel, y en el centro de ese extremo, empezando desde la base, le abren una ranura alargada y vertical, que puede medir 20 cms. Llamada “bitoquera”. El repello interior está hecho con una mezcla de talpetate, cal, arena y agua, una especie de argamasa consistente; no utilizan cemento por considerarlo muy “helado”, ya que en esta pila tiene lugar el “cocimiento” (fermentación) por lo que el agua necesitaba permanecer caliente, razón por la cual, las paredes eran muy gruesas.
La segunda pila es la de “batido”, situada a continuación del extremo sur de la primera y a un nivel mas bajo, de tal forma que la “botiequera” comunicaba directamente con la pila. Tiene las mismas dimensiones pero con una profundidad de 2 varas y también con el piso inclinado, lleva la “bitoquera” partiendo a 20 cm de la base, en la pared del lado sur, pero ésta no se comunica con la tercera pila.
La tercera pila, llamada “piletilla” es más pequeña de unas dos varas cuadradas por una vara de hondo y paredes un poco más delgadas. Se encuentra al lado derecho del extremo anterior de la pila del “batido” y a un nivel inferior. El piso es plano, solo tiene en el centro una concavidad donde colocan una olla de barro que sirve para recoger toda la tinta que puede estar pegada en el fondo. Tiene una “bitoquera” muy pequeña y redonda, también en la pared del lado sur.
Procedimiento
En la primera pila, la del remojo, se descargaba el jiquilite y se llenaba con suficiente agua para que cubriera completamente toda la planta. Ahí se producía la fermentación que hacía desprender el color azul. Esta tarea duraba de 15 a 17 horas y era determinado por el puntero, que era la persona que dirigía toda la operación.
Terminado el tiempo, el puntero ordenaba el traspaso del agua azul hacia la segunda pila, para realizar esa operación destapaba con una vara de madera puntuda, la bitouqera que había sido tapada previamente con un tapón de barro. En esta segunda pila, una vez llenada de agua azul, se producía el batido por medio de “remos” que eran varas largas y delgadas que llevaban en un extremo unas tablillas de madera liviana, casi cuadradas que hacían la función de paletas. Con el batido se lograba la oxidación de la materia, lo que producía el desprendimiento del gas carbónico y finalmente el grano color azul o tinta añil se precipitaba en fondo de la pila.
El batido duraba hasta que lo indicaba el puntero, pues si se pasaba de cierto punto, la tinta se disolvía y se perdía el trabajo. Después de botar las “lejías” (excedente de aguas) de la segunda pila, se procedía a pasar la tinta a la piletilla con el fin de colocarla y dejar que se asentara. Como la tercera pila no se comunica con la segunda, la tinta se trasladaba manualmente por medio de huacales. El “canastero” es aquí el artefacto que cumple funciones de colador. Se encuentra encima de las vigas colocadas sobre la piletilla, para recibir directamente la tinta, que luego, ya colocada va cayendo en la pila. El monte o bejuco llamado “capitán” colocado en el canastero tenía hojas velludas que detenían las partículas de basura, tierra, arena, etc. que podían llevar la tinta. Cuando la tinta estaba bien sedimentada en la piletilla, se pasaba a los coladores de los “tendales” que son lienzos sostenidos por viguetas y horcones. Ahí permanecía el añil por un día para que filtrara más la lejía.
Luego se procedía a cocer la tinta por un tiempo de unas seis horas. Al día siguiente del cocimiento, elaboran los llamados “panes” colocando la masa de añil en una tabla, y con pequeños huacales de morro, iban tomando porciones, apelmazándolas hasta formar los “panes” que dejan secar al sol por unos seis u ocho días.
2 comentarios:
Es muy interesante conocer parte de nuestra cultura. Felicidades.
En efecto resulta interesante por la importancia de ésta industria durante la colonia. Algunas relatos de principios del siglo XVII,la colocan también como una de las causantes en diezmar la población indigena por los abusos cometidos sobre ellos en la producción deceste tinte: de principios del siglo XVII recoge el relato de un cura doctrinero sobre tal fenómeno:
He visto grandes poblaciones indígenas casi destruidas después de que se instalaron cerca de ellas molinos de añil, porque la mayoría de los indios que entran a trabajar en los molinos enferman pronto, como resultado de los trabajos forzados y del efecto de las pilas de añil en descomposición que ellos amontonan. Hablo por experiencia pues varias veces he confesado a gran
número de indios con fiebre y he estado allí cuando se los llevaban de los
molinos para enterrarlos.
Publicar un comentario